Las caricias son formas de expresarnos a través del tacto, de la
piel y de nuestro cuerpo en general, transmitiendo con ellas afectos, sentimientos
y reconocimiento de la persona que recibe la caricia.
Desde el momento de nuestro nacimiento recibimos un sinfín de
caricias tan esenciales para el desarrollo y crecimiento de cualquier bebé y
persona adulta. A medida que vamos creciendo las caricias que damos y recibimos
van cambiando, según a quien acariciemos, ya que puede ser un familiar, la
persona que te atrae, un amigo… depende también del momento y la parte del
cuerpo que acariciamos. Para dar una caricia adecuada tenemos que tener en
cuenta quién la va a recibir, conociendo cuáles son las caricias que más le
agradan y cuáles son las que le apetecen en un momento determinado.
Las caricias pueden ser físicas cuando utilizamos el tacto,
verbales con palabras de alago escritas como una bonita frase en una carta de
amor, gestuales mediante el lenguaje no verbal con una mirada. Con cada caricia
que damos transmitimos sentimientos y emociones positivas que invitan a
comportarse de manera cariñosa y nos vuelve receptivos a las muestras de
cariño.
Todas las personas necesitamos ser tocadas, acariciadas
independientemente de la edad que tengamos. El contacto humano es fundamental,
sobre todo cuando hablamos de las relaciones de pareja. Al principio de una
relación sentimos la necesidad de acariciar todo el tiempo, queremos descubrir
cada rincón del cuerpo de nuestra pareja. Según pasa el tiempo cada vez
dedicamos menos caricias, olvidamos que para la supervivencia de una pareja el
contacto es fundamental. Vamos dejando estas declaraciones de afecto solo para
los momentos de intimidad sexual y poco a poco van desapareciendo de nuestro
día a día. La culpable de ello es dejarte invadir por la rutina, empiezas a
reducir las muestras de afecto, disminuye el deseo y la relación pierde su
chispa.
Las caricias son una parte muy importante de la relación sexual. A través del
tacto estimulamos el resto de sentidos, aumentando la excitación y transmitiendo
amor, pasión y cariño. Cada parte del cuerpo responde de manera diferente a las
caricias, por ello la intensidad, la velocidad y la presión debe ajustarse a la
zona corporal que estamos acariciando, ya que no es lo mismo acariciar el
pecho, las piernas o los genitales.
En definitiva, las caricias son
una forma de relacionarnos, utilizando toda nuestra piel, abriendo nuestros
sentidos y enriqueciendo nuestra capacidad de sentir placer.
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