Las situaciones de violencia y
maltrato son muy frecuentes en las relaciones de pareja, mucho más de lo que
pensamos. La violencia en pareja no entiende
de edad, estatus social, tampoco conoce de niveles culturales o posición
económica.
Una de sus causas es el
machismo, donde el hombre considera que la mujer es un ser inferior y a quien debe controlar,
dominar y someter. Un ser sobre el cual puede decidir y a quien debe disciplinar, utilizando métodos
violentos si fuese “necesario”, llegando incluso a producirle la muerte. A pesar
del tiempo transcurrido, estos modelos, aún hoy en el siglo XXI, siguen
presentes en la mente de muchas personas, favoreciendo y justificando la
actitud violenta de muchos hombres hacia sus parejas.
Factores como el alcohol o las
drogas, podrán incrementar y desenfrenar una violencia previamente construida
por esta manera de pensar, pero nunca son la causa principal. Por ejemplo, esto
se comprueba en muchos hombres que beben alcohol o se drogan y se “permiten” arremeter contra su
pareja, sin embargo jamás lo hacen contra un superior (su jefe por ejemplo).
Los padres de las jóvenes
víctimas de violencia por parte de su pareja, desconocen lo padecido por su hija
hasta que ella regresa a convivir con ellos; o hasta que un episodio de
violencia muy grave provoca la intervención de la policía o el servicio de
asistencia médica de urgencia.
En el caso de las amistades
cercanas, éstas también desconocen la profundidad y gravedad de la violencia, aún
cuando a veces han presenciado discusiones entre la pareja, que no asocian a una conducta violenta, y no creen que
esas peleas se podrían repetir y agravar en otras circunstancias. Nadie piensa
que él puede pasar a la violencia física cuando la pareja se quede a solas.
Muchas veces, no se logra
comprender el alto riesgo de esas “discusiones” y por lo tanto nadie se involucra ni interviene
para ponerles fin. La cercanía de los vínculos con ambos integrantes de la
pareja les impide creer que ese chico, que
jura que la quiere y está perdidamente enamorado de ella, pueda llegar a hacerle daño o puede convertirse
en uno de los que aparece en las noticias del periódico.
A pesar de que los tiempos han
cambiado y ahora hay más información y recursos sobre el tema, el porcentaje de
denuncias o de solicitud de ayuda por parte de las jóvenes es aún muy bajo. Son varias las razones por las cuales las
jóvenes no cuentan a nadie la violencia que sufren, entre las cuales siempre
está presente el miedo a qué pasará. Tenemos que hacer todo lo posible por
hacer desaparecer ese miedo y que se encuentren con el valor suficiente para
denunciar antes de que sea demasiado tarde.
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