Para comenzar habría que puntualizar que las
relaciones entre placer y dolor son más complejas de lo que podemos creer,
normalmente consideramos que el ser humano busca el placer y, en cambio,
intenta evitar todos aquellos estímulos que le proporcionan malestar, como el
dolor, ya que lo asociamos con el sufrimiento, pero esto no siempre es así,
como demuestra el hecho de que existen personas que disfrutan comiendo
alimentos tan picantes que son capaces de adormecer la lengua, personas que
corren maratones agotadoras o quien no se ha rascado alguna vez una postilla
hasta enrojecerla o incluso hasta que vuelve a sangrar, en estos casos se habla
de masoquismo de ‘baja intensidad'.
Esta búsqueda del placer a través del dolor se puede
deber, según varios estudios de diferentes universidades, a diferentes motivos
como pueden ser la segregación de sustancias químicas cuando se siente el dolor
o la propia presencia de la corteza cingulata; a la influencia del entorno; o
por último al nivel de tolerancia del dolor.
Cuando intentamos comprender la relación entre placer
y dolor, la primera clave para explicar estas conductas puede estar en las
sustancias que produce el cerebro cuando sentimos dolor. En concreto se trata de
las endorfinas, unos opiáceos naturales de los que se sirve nuestro sistema
nervioso para contrarrestar el dolor y el miedo. De modo que cuando una zona
corporal recibe algún daño, los nociceptores
o receptores del dolor viajan por
la médula espinal y comunican la información al cerebro. Entonces este ordena
inmediatamente la producción de
un neurotransmisor, la endorfina,
un opiáceo con acción analgésica. Además en determinadas circunstancias que
requieren un sobreesfuerzo, como una relación sexual, la producción de este neuropéptido
aumenta y así el dolor se puede convertir en placer con más
facilidad.
Pero no solo las sustancias
como la endorfina están relacionadas con el placer y el dolor porque dentro del
cerebro humano existe una estructura llamada corteza cingulata, donde
algunas personas, según la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), desarrollan
el gusto por participar en juegos sexuales de dominación-sumisión, tales como
amarrarse, recibir algún tipo de golpe o lesión.
La función de la corteza
cingulata es integrar las emociones y las cosas nuevas que aprendemos. Ahí se
lleva a cabo la integración de sensaciones de dolor y placer, como explicaron
los investigadores Ligia Vera Gamboa y Juan Carlos Pineda Cortés, de la
Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), al presentar los más recientes
hallazgos de esa universidad y de otros institutos del mundo sobre las
prácticas sexuales llamadas BDSM (Bondage, Sometimiento, Sadismo y Masoquismo).
Seguro que nunca lo has
pensado pero en este tipo de prácticas sexuales el cerebro puede interpretar el
dolor real o potencial y traducirlo en una señal placentera y una vez que
se aprende este proceso el cerebro puede repetirlo.
Los investigadores de la UADY detallaron que en la corteza cingulata, se alerta sobre la posibilidad de vivir una experiencia negativa y se advierte sobre un posible error o un peligro en caso de actuar de manera contraria a las normas.
Esta área del cerebro humano, también detecta, durante el juego y las actividades novedosas, cualquiera que éstas sean, situaciones donde se puede obtener algún premio y alerta mediante sentimientos de ansiedad y dolor.
En general, toda actividad novedosa se señala como peligrosa, en especial las que implican la seguridad física de las personas. Durante estas últimas, la corteza cingulata emite las señales correspondientes. Al habituarse el individuo a esas señales de alerta, deja de interpretarlas como un riesgo y deja percibir dolor placentero. De este modo los practicantes de BDSM pueden estar en constante búsqueda de nuevas formas de encontrar que el dolor y el riesgo aceptado por la pareja continúen siendo nuevas fuentes de placer.
Como un mecanismo de seguridad, la corteza cingulata puede reconocer un posible error o riesgo durante la práctica de BDSM y en ese momento “dispara una alerta” misma que se traduce en la articulación de la palabra clave para detener al amante dominante cuando el riesgo o el dolor ya no es placentero sino excesivo o molesto para la contraparte sumisa, indicaron los investigadores de la UADY.
Los investigadores de la UADY detallaron que en la corteza cingulata, se alerta sobre la posibilidad de vivir una experiencia negativa y se advierte sobre un posible error o un peligro en caso de actuar de manera contraria a las normas.
Esta área del cerebro humano, también detecta, durante el juego y las actividades novedosas, cualquiera que éstas sean, situaciones donde se puede obtener algún premio y alerta mediante sentimientos de ansiedad y dolor.
En general, toda actividad novedosa se señala como peligrosa, en especial las que implican la seguridad física de las personas. Durante estas últimas, la corteza cingulata emite las señales correspondientes. Al habituarse el individuo a esas señales de alerta, deja de interpretarlas como un riesgo y deja percibir dolor placentero. De este modo los practicantes de BDSM pueden estar en constante búsqueda de nuevas formas de encontrar que el dolor y el riesgo aceptado por la pareja continúen siendo nuevas fuentes de placer.
Como un mecanismo de seguridad, la corteza cingulata puede reconocer un posible error o riesgo durante la práctica de BDSM y en ese momento “dispara una alerta” misma que se traduce en la articulación de la palabra clave para detener al amante dominante cuando el riesgo o el dolor ya no es placentero sino excesivo o molesto para la contraparte sumisa, indicaron los investigadores de la UADY.
Teoría de la influencia del
entorno
Otra opinión está en la interpretación del dolor, que
dependería en gran medida del contexto en el cual se produce o provoca el
dolor. La importancia del contexto ha quedado claramente expuesta en el trabajo
realizado por un equipo de colaboradores de las universidades de Oxford y Oslo.
Este grupo de investigadores ha demostrado que el cerebro se comporta de forma
distinta cuando un mismo dolor de intensidad moderada se compara con un dolor
‘peor' o con uno ‘mejor'.
Para este estudio se contó con 16 personas sanas que
se preparaban para una experiencia dolorosa, ya que fueron sometidos varias
veces a calor de intensidad variable en su brazo durante cuatro semanas.
Los experimentos se realizaron en dos contextos diferentes: en la primera, el
calor no era doloroso, similar al que se experimenta cuando se toma una taza
ligeramente caliente. En el segundo, el calor era ya más intenso. Como era de
esperar, el calor intenso y doloroso provocó sentimientos negativos entre todos los sujetos, mientras
que el calor no doloroso produjo reacciones positivas.
Los participantes interpretaron el dolor moderado como
placentero al compararlo con otro más intenso. La expectativa negativa que podemos tener sobre un dolor puede causarnos
alivio porque cuando algo causa menos dolor de lo esperado, puede provocar una sensación “placentera” o de alivio.
Visto así no sería difícil ver el dolor como algo agradable si
sabemos que hemos evitado algo peor.
Pero lo que intrigó a los investigadores fue la
respuesta de los sujetos para el dolor moderado. En los experimentos en los que
el dolor moderado fue desagradable, sin embargo en los casos en los que los
sujetos experimentaron dolor moderado
fue hasta reconfortante. La explicación más probable es que los sujetos
estaban preparados para la peor
experiencia y se sintieron aliviados al darse cuenta de que el dolor no
iba a ser tan malo como se temía.
De hecho, los resultados de las resonancias magnéticas revelaron como el cerebro cambia la forma en que procesa el dolor moderado según el contexto y la alternativa que haya.
Estos resultados pueden explicar por qué algunos
individuos disfrutan la sensación de comer chile o incluso por que algunos
disfrutan el sexo sadomasoquista.
Teoría del nivel de tolerancia al
dolor
Otro interesante estudio realizado por la Universidad
de Dusseldorf donde se comparaba, entre otros, a un grupo de personas con
conductas masoquistas con un grupo de control que no mostraba este tipo de
comportamientos.
Para empezar, encontraron que el grupo de tendencia masoquista mostraba un umbral de
dolor más elevado y valoraba la estimulación láser que se les
aplicaba como significativamente más agradable en comparación con los
controles.
Los autores plantearon como una explicación tentativa
la posibilidad de que las personas con conductas masoquistas sufran una
alteración en la modulación del procesamiento de la información
somatosensorial. Así, estímulos
como el dolor, que en la mayoría de las personas aumentan la activación, serían
percibidos como ‘normales' por aquellos con comportamientos masoquistas.
Para finalizar habría que puntualizar que en el caso
del masoquismo el dolor es percibido como placentero en sí mismo, aunque hay
quien ha planteado que el verdadero objetivo del masoquismo se relaciona más
con el poder y la sumisión que con el propio dolor. A nivel científico aún queda mucho por saber sobre
este tipo de conductas, de modo que la psicología y la neurociencia continúan
en su búsqueda para comprender y no juzgar al que disfruta sintiendo dolor
porque como se suele decir, "en la variedad está el gusto" ¿no crees?.
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