BDSM: LA ALQUIMIA

El interés y la aceptación del masoquismo y el sadismo han crecido en la sociedad, llegando a ser retirado del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Ahora las prácticas conocidas como BDSM  son formas alternativas de vivir la sexualidad y nada tienen que ver con alteraciones psicológicas, sino con diferentes  maneras en que el cerebro humano interpreta e integra las señales dolorosas como parte del placer que debería brindar un intercambio sexual. Pero aún nos intriga la relación entre el placer y el dolor, la relación entre el cerebro y dolor, o por qué muchas personas obtienen placer sexual a través del dolor o consiguen placer al participar en juegos sexuales como el BDSM. Para intentar saber un poco sobre estas conductas hoy, en la sección de la alquimia de Anahit Consulta, vamos a conocer tres estudios diferentes realizados por investigadores de la Universidad Autónoma de Yucatan, las Universidades de Oxford y Oslo, y un tercero realizado por la Universidad de Dusseldorf. Como siempre espero que sea de vuestro interés y que os guste.


Para comenzar habría que puntualizar que las relaciones entre placer y dolor son más complejas de lo que podemos creer, normalmente consideramos que el ser humano busca el placer y, en cambio, intenta evitar todos aquellos estímulos que le proporcionan malestar, como el dolor, ya que lo asociamos con el sufrimiento, pero esto no siempre es así, como demuestra el hecho de que existen personas que disfrutan comiendo alimentos tan picantes que son capaces de adormecer la lengua, personas que corren maratones agotadoras o quien no se ha rascado alguna vez una postilla hasta enrojecerla o incluso hasta que vuelve a sangrar, en estos casos se habla de masoquismo de ‘baja intensidad'.


Esta búsqueda del placer a través del dolor se puede deber, según varios estudios de diferentes universidades, a diferentes motivos como pueden ser la segregación de sustancias químicas cuando se siente el dolor o la propia presencia de la corteza cingulata; a la influencia del entorno; o por último al nivel de tolerancia del dolor.





Teoría biológica


Cuando intentamos comprender la relación entre placer y dolor, la primera clave para explicar estas conductas puede estar en las sustancias que produce el cerebro cuando sentimos dolor. En concreto se trata de las endorfinas, unos opiáceos naturales de los que se sirve nuestro sistema nervioso para contrarrestar el dolor y el miedo. De modo que cuando una zona corporal recibe algún daño, los nociceptores  o receptores del dolor  viajan por la médula espinal y comunican la información al cerebro. Entonces este ordena inmediatamente la producción de un neurotransmisor, la endorfina, un opiáceo con acción analgésica. Además en determinadas circunstancias que requieren un sobreesfuerzo, como una relación sexual, la producción de este neuropéptido aumenta y así el dolor se puede convertir en placer con más facilidad.

Pero no solo las sustancias como la endorfina están relacionadas con el placer y el dolor porque dentro del cerebro humano existe una estructura llamada corteza cingulata, donde algunas personas, según la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), desarrollan el gusto por participar en juegos sexuales de dominación-sumisión, tales como amarrarse, recibir algún tipo de golpe o lesión.

La función de la corteza cingulata es integrar las emociones y las cosas nuevas que aprendemos. Ahí se lleva a cabo la integración de sensaciones de dolor y placer, como explicaron los investigadores Ligia Vera Gamboa y Juan Carlos Pineda Cortés, de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), al presentar los más recientes hallazgos de esa universidad y de otros institutos del mundo sobre las prácticas sexuales llamadas BDSM (Bondage, Sometimiento, Sadismo y Masoquismo).

Seguro que nunca lo has pensado pero en este tipo de prácticas sexuales el cerebro puede interpretar el dolor real o potencial y traducirlo  en una señal placentera y una vez que se aprende este proceso el cerebro puede repetirlo.

Los investigadores de la UADY detallaron que en la corteza cingulata, se alerta sobre la posibilidad de vivir una experiencia negativa y se advierte sobre un posible error o un peligro en caso de actuar de manera contraria a las normas.

Esta área del cerebro humano, también detecta, durante el juego y las actividades novedosas, cualquiera que éstas sean, situaciones donde se puede obtener algún premio y alerta mediante sentimientos de ansiedad y dolor.

En general, toda actividad novedosa se señala como peligrosa, en especial las que implican la seguridad física de las personas. Durante estas últimas, la corteza cingulata emite las señales correspondientes. Al habituarse el individuo a esas señales de alerta, deja de interpretarlas como un riesgo y deja percibir dolor placentero. De este modo los practicantes de BDSM pueden estar en constante búsqueda de nuevas formas de encontrar que el dolor y el riesgo aceptado por la pareja continúen siendo nuevas fuentes de placer.

Como un mecanismo de seguridad, la corteza cingulata puede reconocer un posible error o riesgo durante la práctica de BDSM y en ese momento “dispara una alerta” misma que se traduce en la articulación de la palabra clave para detener al amante dominante cuando el riesgo o el dolor ya no es placentero sino excesivo o molesto para la contraparte sumisa, indicaron los investigadores de la UADY.



Teoría de la influencia del entorno

Otra opinión está en la interpretación del dolor, que dependería en gran medida del contexto en el cual se produce o provoca el dolor. La importancia del contexto ha quedado claramente expuesta en el trabajo realizado por un equipo de colaboradores de las universidades de Oxford y Oslo. Este grupo de investigadores ha demostrado que el cerebro se comporta de forma distinta cuando un mismo dolor de intensidad moderada se compara con un dolor ‘peor' o con uno ‘mejor'.

Para este estudio se contó con 16 personas sanas que se preparaban para una experiencia dolorosa, ya que fueron sometidos varias veces a calor de intensidad variable en su brazo durante cuatro semanas. Los experimentos se realizaron en dos contextos diferentes: en la primera, el calor no era doloroso, similar al que se experimenta cuando se toma una taza ligeramente caliente. En el segundo, el calor era ya más intenso. Como era de esperar, el calor intenso y doloroso provocó sentimientos negativos entre todos los sujetos, mientras que el calor no doloroso produjo reacciones positivas.

Los participantes interpretaron el dolor moderado como placentero al compararlo con otro más intenso. La expectativa negativa que podemos tener sobre un dolor puede causarnos alivio porque cuando algo causa menos dolor de lo esperado, puede provocar una sensación “placentera” o de alivio. Visto así no sería difícil ver el dolor como algo agradable si sabemos que hemos evitado algo peor.

Pero lo que intrigó a los investigadores fue la respuesta de los sujetos para el dolor moderado. En los experimentos en los que el dolor moderado fue desagradable, sin embargo en los casos en los que los sujetos experimentaron dolor moderado fue hasta reconfortante. La explicación más probable es que los sujetos estaban preparados para la peor experiencia y se sintieron aliviados al darse cuenta de que el dolor no iba a ser tan malo como se temía.

De hecho, los resultados de las resonancias magnéticas revelaron como el cerebro cambia la forma en que procesa el dolor moderado según el contexto y la alternativa que haya.


Estos resultados pueden explicar por qué algunos individuos disfrutan la sensación de comer chile o incluso por que algunos disfrutan el sexo sadomasoquista.


Teoría del nivel de tolerancia al dolor

Otro interesante estudio realizado por la Universidad de Dusseldorf donde se comparaba, entre otros, a un grupo de personas con conductas masoquistas con un grupo de control que no mostraba este tipo de comportamientos.

Para empezar, encontraron que el grupo de tendencia masoquista mostraba un umbral de dolor más elevado y valoraba la estimulación láser que se les aplicaba como significativamente más agradable en comparación con los controles.

Los autores plantearon como una explicación tentativa la posibilidad de que las personas con conductas masoquistas sufran una alteración en la modulación del procesamiento de la información somatosensorial. Así, estímulos como el dolor, que en la mayoría de las personas aumentan la activación, serían percibidos como ‘normales' por aquellos con comportamientos masoquistas.


Para finalizar habría que puntualizar que en el caso del masoquismo el dolor es percibido como placentero en sí mismo, aunque hay quien ha planteado que el verdadero objetivo del masoquismo se relaciona más con el poder y la sumisión que con el propio dolor. A nivel científico aún queda mucho por saber sobre este tipo de conductas, de modo que la psicología y la neurociencia continúan en su búsqueda para comprender y no juzgar al que disfruta sintiendo dolor porque como se suele decir, "en la variedad está el gusto" ¿no crees?.

Fuentes:

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